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"Petróleo, Gas e Imperialismo" por D.Litvin en "The Guardian"

 

http://www.guardian.co.uk/comment/story/0,3604,1677343,00.html

Petróleo, gas e imperialismo

La crisis entre Rusia y Ucrania es un recordatorio de que la política,
no el mercado, es quien dirige las políticas energéticas globales

Daniel Litvin
Wednesday January 4, 2006
The Guardian

Puede que hubiéramos pensado que el tiempo de los imperios había
terminado, que las relaciones entre los estados, en el mundo
globalizado de hoy, estaban gobernadas por la economía, las fuerzas
del mercado y el libre comercio, en lugar de por las batallas entre
grandes poderes para conseguir influencia política. Sin embargo,
cuando se trata de la búsqueda y el control de los suministros de
energía, vemos que todavía vivimos en parte en el mundo del siglo 19.

Compara con la situación anterior a esta semana, el intento de Rusia
de más que cuadruplicar el precio que le cobra a Ucrania por el gas,
ya no está afectando tanto a otros países europeos. Sin embargo Rusia
sigue tratando de dejar sin gas a Ucrania, aplicando una presión que
está estrangulando a esta nación, de un modo que está tan motivado por
razones políticas como económicas. Reaccionando contra el reciente
viraje de Ucrania hacia el oeste, incluyendo la Otan y la UE, Rusia
quiere reintegrar a su antiguo estado vasallo a su esfera de
influencia. Rusia ha ofrecido durante mucho tiempo energía
subvencionada a esos estados para mantenerlos dentro del redil.
Amenazando con disparar los precios del gas ucraniano hasta los
niveles del mercado libre es en este sentido el equivalente actual de
un disparo de advertencia hecha desde una cañonera de la Rusia
imperial.

Pero Rusia no está sola en la utilización de la seguridad energética
como medio, o motivo para, emprender iniciativas de estilo imperial.
El uso de las reservas de petróleo y gas para obtener influencia
política ha sido, aún en mayor medida, la motivación de las recientes
intervenciones occidentales en el Oriente Medio, y ha dado lugar a
presiones políticas de alto perfil en América Latina, Asia Central y
en todas partes. Es necesario que reconozcamos este imperialismo
energético como una realidad del mundo moderno. Porque sólo
reconociéndolo, podemos encontrar modos de suavizar sus más horribles
elementos.

Hay dos formas actuales de imperialismo energético. La primera,
ejemplificada por Rusia, consiste en productores que utilizan su
control sobre los suministros de energía o los sistemas de transporte
para presionar en favor de sus exigencias políticas. El más memorable
de estos intentos fue el de la Opep, el cartel dominado por
productores de petróleo de Oriente Medio, que intentó esto mediante
restricciones de sus suministros de petróleo en la década de 1970, y
que en parte tenía el objetivo de producir un giro en las políticas
occidentales hacia la región.

Hoy dos estados productores de Latinoamérica están usando la energía
como una herramienta política en sus contenciones con el
"imperialismo" occidental. La Venezuela de Hugo Chávez ha amenazado
con interrumpir sus embarques de petróleo hacia los Estados Unidos, y
está utilizando las crecientes rentas petroleras del estado, para
ganar apoyo político. En Bolivia, Evo Morales recientemente subió al
poder prometiendo quitarle el control de sus reservas de gas a las
multinacionales.

La segunda forma de este imperialismo consiste en que los estados
consumidores lanzan maniobras políticas o militares para asegurarse
los suministros. Al margen de que los USA y G. Bretaña invadieran Iraq
creyendo sinceramente en la existencia de armas de destrucción masiva,
nadie duda de que sus temores respecto a la seguridad de sus
suministros de petróleo ocupaban una parte esencial en sus cálculos
estratégicos. Particularmente después del 11 de Septiembre, que
sacudió la confianza del occidente en Arabia Saudita.

Ahora, con los precios del petróleo tan elevados, y muchos campos
petrolíferos occidentales en declive, las empresas occidentales y los
gobiernos están trabajando juntos (por ahora pacíficamente) para
apropiarse de nuevos territorios que les permitan reducir su
dependencia de Oriente Medio. Alrededor del Caspio, los intereses
políticos occidentales han entrado de nuevo en conflicto con Rusia: La
ruta de un nuevo oleoducto operado por British Petroleum, desde
Azerbaiyán a Turquía, por ejemplo, fue la causa de una nueva lucha
geopolítica del mayor nivel, entre el este y el oeste. Japón y China
están discutiendo posibles rutas para oleoductos desde las reservas
energéticas rusas del lejano oriente, mientras que las corporaciones
petroleras chinas están buscando muy activamente alianzas con
gobiernos de Oiente Mdio y África.

Si G. Bretaña opta por construir más centrales eléctricas nucleares,
esto será en parte debido a su miedo a depender de fuentes energéticas
extranjeras (de Rusia). Sin embargo, con nuestro sistema de transporte
todavía dependiendo del petróleo, reavivar la industria nuclear apenas
servirá para resolver el problema.

Una razón por la que la energía contribuye a reavivar la presión
imperialista de las naciones consumidoras, es que, debido al
crecimiento de los mercados libres y del comercio, la seguridad
energética es demasiado importante para la buena marcha de las
economías capitalistas, para dejarla en manos de las fuerzas del
mercado. Nuestros sistemas económicos comprenden una enorme inversión
en infraestructura (incluyendo carreteras, automóviles, edificios y
centrales eléctricas), que dependen de los combustibles fósiles. Y
esto es lo que explica también tentación imperial que esta situación
crea entre los productores: las herramientas políticas que esta
realidad crea son demasiado poderosas para resistir el deseo de
usarlas. El problema aquí no es sólo la simple concentración
geográfica de los suministros de combustibles fósiles, sino la
naturaleza rígida y monopolística de la infraestructura energética:
oleoductos y gasoductos que suministran a naciones enteras, pueden ser
abiertos o cerrados de acuerdo con un capricho político.

Es necesario que reconozcamos que el actual imperialismo energético es
inevitable. Los países consumidores pueden asegurarse los suministros
de energía del modo que mejor sirva los intereses a largo plazo de los
países productores, en lugar de optar por la política del apoyo
occidental a regímenes colaboracionistas pero corruptos, o a
invasiones desastrosamente concebidas, que provocan más y más
violencia.

Y se debería animar a los países productores a entender que sus
intereses a largo plazo se verán mejor servidos trabajando con los
estados consumidores, en lugar de plantearles ultimatums. Las tácticas
de juego duro de Rusia con Ucrania, han dañado su credibilidad como
suministrador seguro para sus clientes europeos.

A la larga el petróleo y el gas pueden ser reemplazados por fuentes
renovables, pero en el momento actual, el imperialismo energético ha
llegado para quedarse entre nosotros. Y deberíamos centrar nuestros
esfuerzos para hacer de él una fuerza más benigno.

Daniel Litvin es autor de Empires of Profit: Commerce, Conquest and
Corporate Responsibility

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