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Canarias contra el GNL

LOS ESPEJOS NO TIENEN MEMORIA
La Caixa y el gas
Francisco J. Chavanel

Los vascos gritan, los catalanes negocian. Mientras Euskadi añade fuego y agua, según vociferen Robespierre o Dantón, la burguesía catalana avanza a velocidad de crucero en el terreno económico. Dicho avance sólo es posible por la especial situación del Gobierno central, que hace del pacto su salvoconducto de supervivencia. En el mes de octubre La Caixa tomó el mando de Repsol, la petrolera de mayor calado del país, la misma que esperó una autorización del Ejecutivo el pasado viernes para iniciar las prospecciones en aguas cercanas a Lanzarote y Fuerteventura y que, de momento, sigue en la espera hasta que los socialistas apacigüen los ánimos de un sector de votantes que, bajo mi punto de vista, confunden el inicio de unas catas seguras y protegidas con el presagio de un desastre ecológico tipo Prestige.



Ahora el poder catalán, centralizado en La Caixa, le ha presentado una nueva y osada meta al presidente Zapatero: alcanzar la posición dominante en Endesa, gracias al 5% que ya posee de la compañía y a la fusión que ofrece de Gas Natural con la eléctrica, empresa que también controla. A nadie se le oculta que detrás de la propuesta del banco moran fondos de pensiones de valor multimillonario. En la era de la globalización la oferta de La Caixa es tentadora: su posición estratégica en gas, infraestructuras, agua, petróleo, y telecomunicaciones, le confieren un papel de excelso competidor en Europa. La duda es si una Caja nació para ésto. La otra duda es si el PSOE sucumbirá. O digámoslo técnicamente: si apuesta por garantizar el suministro o por debilitar la competencia, cosa que ocurriría si la fusión fructificara ante el evidente desequilibrio que se crearía con Iberdrola y Unión Fenosa.

Lo que aquí les cuento no tendría nada que ver con nosotros si no fuera porque Unelco hace tiempo que se fue a las chacaritas engullida dentro de ese monstruo que es Endesa y porque, en este caso, sí hablamos de verdad de un sector estratégico, rimbombancias lingüísticas que tanto le gustan mencionar al consejero de Economía y Hacienda, vendedor en los últimos años de la nube embotellada de un nacionalismo heterodoxo que manejaría desde Canarias todas sus fuentes de producción.

Ya tuvo la oportunidad de demostrarlo cuando la privatización de Emalsa, a principios de los noventa. Nada más estratégico que el control del agua en una ciudad como Las Palmas de Gran Canaria. Lo normal era que el ayuntamiento siguiera ostentado el 100% de su capital. Pero llegaron los viajes a París, los susurros de Luis Hernández y el comienzo de una larga amistad… Mauricio empezó a conocer el mundo, a saber de su funcionamiento, lo sencillo que era trabar contactos con las multinacionales y llegar a acuerdos con ellas, precisamente porque al disponer su sede fuera de España nada, o muy poco, quedaba registrado. Dejó al ayuntamiento en minoría, y repartió el 66% restante entre la francesa Bouygues y Unelco. ¿Cómo justificó la operación entonces? Aparte de los consabidos informes sobre los resultados económicos de Emalsa, convenientemente maquillados para que ofrecieran su peor cara, Mauricio dijo que la mayoría accionarial se quedaba en Canarias, pues Unelco era como de la casa. Comenzaba así otra larga amistad con Ángel Ferrera.

Unelco, no sólo por Mauricio, sino por la propia habilidad de Ferrera y su facilidad para moverse en los sutiles espacios del poder político, ha gozado siempre de una reputación de intocable. Incluso cuando Unelco se desvanece por la globalización, pierde su apellido canario, y es Endesa, con su accionariado superatomizado quien ocupa su lugar, el Gobierno canario ayuda a Ferrera a disimular la decadencia de su virreinato. El mayor favor que se conoce por parte del Ejecutivo autonómico a Unelco (Endesa) es el tendido eléctrico de Vilaflor, un error tremendo que únicamente se hace comprensible desde la telaraña que formaban juntos empresa y consejeros del Gobierno. Aquel pecado de soberbia está en el origen del denominado “fundamentalismo ecológico”, mención apadrinada por ATI, y también utilizada por Soria, para decretar su desprecio por los miles de manifestantes que les golpean con sus críticas por lo de Vilaflor, Granadilla, e Istmo.

La próxima batalla, está cantada, es el gas. La idea de Román Rodríguez y Adán Martín, cuando ambos malcohabitaban, estribaba en que Cepsa y Endesa se repartieran el 66% a partes iguales, y que el 34% recayera en el empresariado local. Ambos políticos firmaron un documento con Carlos Pérez de Bricio, presidente de Cepsa, una de esas rúbricas áticas que responden a un instante fugaz y oportunista, y que luego es mentira que se desvanece en la desmemoria. Al llegar Mauricio a la Consejería se supo lo que había. El operador foráneo elegido era Endesa. Es más: aunque Mauricio se ocupó de diseñar con otros miembros de El Clan de la Avaricia el reparto del accionariado, de modo que Endesa quedara en minoría y la parte canaria en mayoría, en el fondo lo que propugnaba era que Endesa dominara el negocio en virtud de pactos particulares con empresarios amigos del régimen. Y para ello sobraba Cepsa. Así Mauricio servía a sus leales patrocinadores, pero también a Manuel Pizarro, presidente de Endesa, amigo personal de Aznar, con el que mantiene una estrecha relación desde la época de Rato como ministro. ¿Qué beneficio pensaban repartirse por la construcción de las gasificadoras? En sus propias palabras: más de 160.000 millones de las antiguas pesetas a dividir entre Gran Canaria y Tenerife.

El asuntito está parado. El ministro Montilla lo frena. La razón esencial por la que Mauricio indagó la probabilidad de un cambio de Gobierno, y se reunió clandestinamente en varias ocasiones con los líderes socialistas en el Archipiélago, residió en asegurarle a los empresarios de su lobby la mayor protección ante la eventualidad de que el PSOE bloqueara proyectos de dudosa solvencia.

Y qué curioso, la cosa se complica justo en la víspera de la aplicación del protocolo de Kioto, que fue la percha filosófica a la que se agarró nuestro hombre para decirle a todo canario viviente que si no reducimos las emisiones actuales de gases de efecto invernadero (o sea: si no cambiamos el mecanismo que contamina por otro que supuestamente contamina menos), nos cargaremos, o casi, la atmósfera, opinión discutida por otros expertos que sostienen lo contrario. Y se complica por los caprichos del mercado, por su volátil andamiaje, porque la evolución de los acontecimientos corre a mayor velocidad que los diseños de bon vivant de nuestro consejero de Economía.

De repente será Pizarro o no quien mande en Endesa. Pasarán los días, el PP perderá su influencia y puede que ese territorio lo gane La Caixa. Puede. Por lo tanto, las decisiones se desplazarán a Cataluña y al PSOE de Ferraz, que es quien tiene en su mano la opción de oro para otorgar privilegios. Puede.

Me da que este negocio está en peligro y no sé si a punto de cambiar de dueño.

(Publicado en el periódico digital www.canariasahora.com)

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